Enfrentarse a un despido suele ser algo duro para la mayoría de personas. Aunque pueda interpretarse como el comienzo de algo nuevo, como una oportunidad o cómo el final de un ciclo que tenía que terminarse, la realidad, es que a de buenas a primeras, suele costar que uno afronte la situación, de forma positiva y constructiva.
Incluso siendo algo deseable, a nadie le gusta que le echen y suele resultar muy difícil estar preparado para un momento así. Considerándose así, uno de los elementos más perturbadores en la vida de uno.
El motivo de tal perturbación, es que el despido implica aspectos diversos que deben de tenerse en cuenta:
- Pérdida económica à pérdida acrecentada por la incertidumbre laboral del momento y la baja oferta existente. Además, esta pérdida puede llegar a representar, el hecho de no poder satisfacer las necesidades básicas y valerse por uno mismo.
- Pérdida de autoestima y concepto de uno mismo à además de lo comentado anteriormente, es importante tener presente que al final, un despido es un rechazo hacia nosotros por parte de la empresa y a nadie le gusta que le rechacen. En este sentido, es muy importante tener presente, que lo que están rechazando es nuestro trabajo por un motivo determinado y no a nosotros como personas.
- Pérdida social à debido a las horas que pasamos en el trabajo, éste suele ser el lugar donde realizamos la mayoría de nuestras relaciones personales y una de las principales bases donde se obtiene reconocimiento y estatus social por tanto, cuando se pierde el trabajo también se está perdiendo todo ello. Se pasa de tener un cargo determinado con todo el reconocimiento que ello implica, a ser una persona más en la cola del paro.
- Pérdida de salud à el despido puede producir también, respuestas emocionales de ansiedad, hipertensión, depresión, descuido del arreglo personal, y en algunos casos, aparición de otras patologías más severas como el abuso de drogas o el alcoholismo.
- Con todo lo expuesto, no es de extrañar que en el plano familiar también se vean afectadas las relaciones.
Cuando nos despiden, entramos en un proceso muy similar a lo que sería un “proceso de duelo” pues es algo que implica dolor, pena y vuelco hacia el interior.
A grandes rasgos suele pasarse por las siguientes fases:
- Negación de la situación à nos intentamos proteger de una realidad que no nos gusta “esto no me puede estar pasando a mi”
- Ira à sentimiento que emerge al preguntarse uno mismo por qué lo echan a él y no a otro, “¿porqué yo?” seguida de una lucha mental por recuperar el puesto “no entiendo porque me echan a mi y no a otro” “y si llego a un acuerdo y me reducen el sueldo, quizás así me vuelven a contratar?” La ira es un sentimiento que tiende a bloquearnos, a no dejarnos avanzar y que daña progresivamente nuestra autoestima y también nuestra confianza.
- Tristeza à sentimiento que surge cuando se toma consciencia de que el despido es una realidad sobre la que no podemos hacer nada. Fase que puede llevarnos a sentirnos deprimidos, desmotivados y también apáticos “¿para qué buscar? total si no voy a encontrar nada”
- Aceptación à fase en la que se entra, en el momento en el que la persona ya está preparada para afrontar la búsqueda de empleo pues asume la situación.
En este contexto, y en pro de no desperdiciar contactos ni oportunidades, es importante tener presente que se necesita superar un proceso de adaptación emocional a la pérdida de empleo, antes de buscar un nuevo empleo con el objetivo de no enviar currículums de forma compulsiva a todos nuestros contactos ni caer en la pasividad y quedarnos atrapados entre la ira y la tristeza.
Continuará …
Para más información, puedes escribirme a nuria@propulsat.com