Refranes que todavía siguen haciendo mella en nuestra sociedad y que han terminado por convertirse en creencias que todavía hoy, encorsetan nuestro comportamiento y actitud.
Nos han enseñado a vivir la vida desde el sufrimiento, a ver el vaso medio vacío, a creernos las etiquetas que nos pusieron en la infancia -familiares, maestros o amigos – sin apenas, haberlas cuestionado. Nos han disciplinado a priorizar la seguridad -una seguridad a día de hoy enflaquecida y casi inexistente. Nos han instruido, para que nos quedemos en nuestra supuesta zona confort, aunque de confort, ya no le quede nada.
Nos han educado a tantas cosas, que sin apenas darnos cuenta, hemos ido convirtiendo todas esas enseñanzas, en verdades absolutas que rigen nuestra vidas , condicionan nuestro futuro y empobrecen nuestra manera de ver el mundo.
Si bien es algo que suelo ver con frecuencia, me sigue impactando profundamente el hecho de ver que alguien sobrado de capacidad, talento y competencias cree que no puede, que no lo conseguirá y que tampoco vale la pena que lo intente.
Y no solamente eso, sino que además – ese mismo individuo – le dé, una autoridad exagerada al criterio externo, al que dirán, a los jefes mediocres y los malos compañeros.
Me entristece ver como esas mismas personas capaces y brillantes, van perdiendo su esplendor y poco a poco van creyéndose que quizás no sean tan buenas, que quizás la culpa sea suya, que tienen que conformarse con lo que tienen y sentirse contentas de tener un trabajo aunque no sean felices.
Sin embargo, y a pesar de todo lo explicado anteriormente, me entusiasma ver que nuestro sistema de creencias es moldeable, que con esfuerzo, es posible cambiar nuestra mirada, que podemos cuestionar nuestras creencias y establecer nuevos patrones de funcionamiento que nos permitan avanzar.
Que cuando tomamos consciencia de lo que nos decimos a nosotros mismos, del tono que utilizamos y de cómo se articula nuestro sistema de creencias, estamos empezando a ampliar nuestra mirada y flexibilizar nuestros patrones.
Porque cuando yo digo “no puedo” , cuando yo me digo a mi mismo ¡no puedes!
¿En qué me baso para pensarlo? ¿Qué argumentos tengo que sostengan esa creencia?
¿No puedo? ¿En qué específicamente no puedo?
¿Comparado con quién?
¿Y si pudiera?
¿Cómo sería mi vida si pensase que si puedo?
¿Qué argumentos tengo para pensar que si voy a poder?
Y a ti, ¿Te gustaría cuestionar alguna de tus creencias? ¿Cómo sería tu vida si tu mirada fuese otra?
Para más información, puedes escribirme a nuria@propulsat.com.
¡Estaré encantada de informarte y echarte una mano de forma personalizada!