Cuando ser exigente se convierte en una limitación

A menudo me encuentro con personas sumamente exigentes que buscan iniciar un proceso de psicoterapia – coaching porque su exigencia se ha vuelto en una tortura que los mantiene sumergidos en la angustia.

Querer hacer las cosas bien hechas es en si algo positivo, el problema, es cuando la autoexigencia se torna en una costumbre, para todo y para todos.

En la mayoría de casos, me encuentro con personas cuyos padres en su momento, tenían el convencimiento que sus hijos rendirán más si ellos eran exigentes, si en lugar de felicitar, reconocer y dar afecto a sus hijos por las tareas bien hechas, remarcaban lo que todavía tenían pendiente o aquello que podrían llegar a conseguir si se esforzaban más …

.., sumiéndolos sin querer, en un constante estado de déficit, que sin saberlo, les acompañaría el resto de sus vidas.

Porque .., ¿Qué es lo que ocurre cuando se pide demasiado a un hijo? Pues todo depende …, si el niño quiere y puede alcanzar esas metas, es posible que tenga un rendimiento óptimo y que acabe también desarrollando una personalidad exigente y perfeccionista como la de sus padres (conducta que suele ser frecuente en los hijos primogénitos) No obstante, si el niño no quiere realizar ese sobre esfuerzo y lo ve como algo inalcanzable, el resultado va ser la frustración y es posible, que se bloquee  o bien que le dé por revelarse. En todo caso, lo más común es acabar siendo una persona con baja autoestima, dependiente de la opinión externa, predispuesta a la ansiedad y poco espontánea.

Y por qué? Porque al final lo que busca un niño es la mirada de sus padres, es su reconocimiento, es la validación de sus acciones y el afecto, y cuando hay exigencia pero no reconocimiento ni afecto se genera inseguridad en el niño, el niño se torna frágil y dependiente a la espera de esa validación y con miedo de no cumplir esas expectativas y ser rechazado.

Todo ello, puede generar que sean personas que constantemente intenten demostrar lo que valen, lo cual, las predispone a la ansiedad y también al miedo de fracasar.

Son personas que implícitamente les han enseñado que si no se sobre exigen no van a ser queridas, que si son ellos mismos no son suficientemente buenos, que para ser aceptados y queridos, han de ser más y mejores.

En este contexto se dan distintos escenarios y perfiles. Para algunos, esta inseguridad les hace esclavos del detalle y viven frustrados porque no siempre logran ser perfectos, manteniendo así ese estado emocional de déficit que en su día construyeron. Otros, se bloquean y vuelven personas pasivas, pues si no actúan no se equivocan y evitan volver a sentir el dolor de la frustración y el rechazo.

Por otro lado, crecer obsesionado con lo que uno tiene que hacer y si lo está haciendo suficientemente bien, genera también una gran desconexión del aquí y el ahora, de las necesidades individuales y con lo que a uno le apetece realmente hacer. Se inhiben sentimientos y luego cuesta que desarrollen intereses propios y se automotiven pues en el pasado, nunca pudieron mirarse así mismos, sino solamente a ese ideal inalcanzable que constantemente les ponían de ejemplo.

En definitiva, la autoexigencia conlleva esfuerzo y si esta no se ve nunca colmada, acaba derivando en frustración agotándose nuestra energía y voluntad de hacer.

Una cosa es quienes somos y otra muy distinta quienes podríamos ser. Si estamos siempre en quienes podríamos ser, sin aceptar quienes somos, construimos un sentimiento de déficit constante i por tanto, tendemos a autoexigirnos más y más entrando en un círculo vicioso sin fin. Un círculo agotador que nos deja exhaustos y también frustrados..

Es por este motivo, que tenemos que tener mucho cuidado con la exigencia sin reconocimiento ni afecto. Pues aunque hoy por hoy la exigencia goce de buena imagen, es la que alimenta los modelos de excelencia que nuestra sociedad proporciona. Una sociedad que diferencia entre perdedores y ganadores.

Tomar consciencia de quienes somos y de nuestras limitaciones puede ayudarnos a detectar y entender los automatismos de nuestro carácter que nos hacen sufrir innecesariamente y que nos someten a grandes exigencias que si no se ven colmadas, derivan en culpa, inseguridad y baja autoestima.

Y tu, ¿Quieres aprender a detectar, entender y frenar esos automatismos que te hacen sufrir innecesariamente?

Para más información, puedes escribirme a nuria@propulsat.com.

¡Estaré encantada de informarte y echarte una mano de forma personalizada!

Información de contacto

Calle Tordera nº8, Local 1
08012 Barcelona

+ 34 677 44 63 09

nuria@propulsat.com

   

© 2019 Propulsa’t. All Rights Reserved.

Visita mis redes sociales: